-Estoy muy enojada contigo.
-¿Por qué?
-Por lo que me has hecho.
-¿El qué?
-Todo lo que has hecho.
-Pensé que me había librado de ti, que era libre de nuevo, y resulta que, ¿Qué? ¿Acaso estaba equivocada?
-No lo sé.
-Me acabas de aclarar las dudas con tu respuesta.
-Me arrepiento del día en que te conocí, porque pudimos haberlo sido todo, pero no quisiste.
-No hablas en serio.
-Hablo muy en serio, te lo di todo y tú no quisiste tomarlo y me rechazaste. Me dejaste sola.
-Ya estabas sola.
-No quiero volver a verte en mi vida.
-Pero tienes mi sangre, no puedes hacer lo que quieres.
-No me importa, si tú no me quieres y yo no te quiero, ¿Qué sentido tiene ser familia?
-Quiero que las cosas sean como antes.
– ¿Cómo?
-Extraño que a los demás les importe lo que digo o lo que pienso.
-Estamos bien, no te preocupes.
-No me siento bien.
-Estaremos bien, tenlo por seguro.
-Te quiero mucho, me gusta tanto estar contigo, no sabes cuanto te amo.
-Ok.
-Quiero tener amigos.
-¿Qué te hace pensar que los tendrás?
-Que ya no estoy contigo, ya no pienso para ti ni actuó para ti, soy libre.
-Pero no eres la persona que los demás quieren.
-Dije que soy libre, y como ya me has lastimado, tu opinión me tiene sin cuidado.